sociedad , violencia Lunes, 28 mayo 2007

Saliendo de Santa Anita…

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La tensión se convirtió en alivio: nada irreparable ha sucedido. Pero fue horrible ver a los niños llorando, asustados por los gritos, las explosiones, los gases lacrimógenos, los policías y los periodistas. Horrible cuando por fin uno se choca frente a frente con una realidad tan cliché como cruel: esta noche esos niños no tendrán dónde dormir.

Me gustó el comentario que Martín Canales ha dejado en este post:

Aplausos para los policías, eficiente y digno trabajo. Pero, ¿y los políticos? ¿Los que originaron todo esto? El gobierno ahora no puede decir que ellos son los héroes y culpar de todo a Castañeda (quien debió dar la cara en todos estos días, el problema era suyo, es cierto) pero qué pasa con toda esta gente, que ahora camina con sus cosas sobre el hombro por la carretera central sin rumbo fijo. Es como si un desastre natural los hubiera dejado en la calle. Con decir: “…que les reclamen a quienes los estafaron …” no se soluciona el problema, el problema es social y como tal se debió solucionar.

Discrepo ligeramente en lo del gobierno. Esta vez, creo, cumplió su función: impuso limpiamente el estado de derecho. Su guerra psicológica triunfó y los comerciantes, a pesar de estar bastante bien armados, simplemente abandonaron toda resistencia con la primera granada de gas lacrimógeno.

A quien le correspondía dialogar con los invasores y reubicarlos -como hizo, salvando las diferencias, Alberto Andrade con los informales de Polvos Azules y Grau- siempre fue al alcalde Castañeda, uno de los dos grandes ausentes de todo este largo proceso de desalojo (que hoy dejó de hacerse el muertito, para celebrar una victoria ajena).

El otro no habido se llama Herminio Porras, tremendo delincuente que vive de lucrar con las expectativas de gente humilde y cuyas influyentes amistades -varias, apristas- siempre han mantenido lejos de las represalias legales.

Recordemos algo: esta noche, mientras la mayoría celebremos que todo terminó «sin víctimas», habrán muchas personas como don Faustino, un comerciante de sesenta años, con ocho hijos, que llegó de Satipo huyendo de Sendero Luminoso y que, durante años, a sabiendas de que estaba invadiendo, invirtió un total de cuatro mil soles para poder vivir dentro de un huequito de seis metros cuadrados dentro del mercado.

Esta noche, Faustino tratará de dormir en quién sabe dónde y le pedirá una respuesta a un sistema que, en estos casos, sólo replica: apostaste y perdiste. Piña, pues.

Link: Cronología de la invasión (El Comercio)
Link: Minuto a minuto (también de El Comercio)
Link: Detienen al sucesor de Porras, Fernandino Nieto (RPP)

POST ORIGINAL (6:50 a.m.): En un rato les cuento (y en otro rato sale un post automático).