periodismo Miércoles, 16 mayo 2007

El más vil de los oficios

periodista.jpgHace un tiempo me sugirieron un post sobre los lugares comunes/frases huachafas en los que caen (caemos) los periodistas. Pues me ganaron y bien ganado. La poeta y periodista Sonia Luz Carrillo ha posteado un genial texto de Bruno de Olazábal: «El Zapping y la creatividad periodística» (1999).

Pueden leerlo completo en en el blog de Sonia Luz, pero no puedo evitar robarme un extracto. Disfruten:

Pues en esa aventura (el zapping) hallé – sorprendido – que al parecer, los reporteros y redactores de nuestra televisión pertenecen a una suerte de cofradía secreta donde la membrecía les impone como requisito una estricta uniformidad en el lenguaje.

Por lo tanto, los dictados de un oficialismo informativo – que deben cumplirse a pie juntillas- tendrían su correlato además en un precario ejercicio narrativo que supondrá, salvo honrosas excepciones, el desfile cotidiano de lugares comunes, disonancias, afectaciones y gazapos imperdonables.

En mi singular zapping descubrí – espero que no sea tardíamente- que todos los crímenes en los noticieros de televisión son execrables, todos los incendios son dantescos; que los familiares en los entierros protagonizan escenas de profundo dolor; que las ceremonias siempre son pequeñas pero significativas; que palacio de Gobierno siempre será la Casa de Pizarro; que el presidente es el primer mandatario de la Nación y el alcalde Andrade el burgomaestre metropolitano, y que, después de un atentado o una toma de rehenes, siempre se debe vivir una tensa calma.

Que las autoridades siempre tomarán cartas en el asunto, que la prostitución es el más antiguo de los oficios, que los policías y soldados son efectivos y que en el palacio de Justicia no se “abren” procesos sino que se aperturan.

Amén del alucinante error de un noticiero nocturno que anunciaba en sus titulares todas las incidencias que provocó la fecha 9-9-99, “el día de la bestia”, pregonaba una voz “en off”, mientras yo “en on” gritaba ¡Qué bestia!, pero no como interrogante sino con signos de admiración porque como todos sabemos, el Apocalipsis habla más bien del “666” como el número de la Bestia.

Qué bestia.