noticias Viernes, 8 septiembre 2006

Celebración urgente

Lo que queremos las mujeres

Qué difícil resulta explicar lo que realmente queremos las mujeres. Cuando exigimos que pare la violencia de género, nos salen con cursilerías del tipo “a la mujer ni con el pétalo de una rosa”. Cuando reclamamos que no se nos acose en la vía pública, hay quienes se ofenden porque no entendemos sus piropos y galanterías. Cuando nos molestamos y soltamos un enérgico “carajo”, siempre salta quien nos reclame cómo una dama puede decir palabrotas. Y es que detrás de todas estas frases se esconde una posición casi tan dañina como el desprecio a las mujeres; y es el considerarnos un ser menor que merece un trato especial.

Y no es así. Las mujeres somos seres humanos que, por supuesto, tenemos características particulares que nos diferencian de los hombres. Y es verdad también que, dado que vivimos en una sociedad machista, estamos expuestas a mayores agresiones. Sin embargo, no somos por naturaleza seres delicados que pueden romperse y que merecen especial cuidado. Tampoco nos caracterizamos por ser menos inteligentes, ni más dignas, ni menos corruptas, ni más cariñosas, ni más puras que los hombres. Somos potencialmente iguales para lo bueno y para lo malo. Conozco mujeres bondadosas, malas, reprimidas, chantajistas, tontas, fieles, sacavuelteras, brillantes o caóticas. Conozco mujeres de todo tipo, exactamente igual como conozco hombres de todo tipo. No entiendo entonces por qué habrían de darnos un trato diferenciado cuando lo que venimos reclamando hace décadas es igualdad de trato para desarrollarnos.

Lo que vimos el lunes en el Congreso fue el perfecto bumerán de esta especie de machismo light que nos mira como inútiles: congresistas de todas las bancadas asistían boquiabiertos al espectáculo de una mujer malcriada, prepotente y burlona. Eliane Karp, con un desparpajo digno de mejor causa, se negaba a responder las preguntas de la Comisión de Fiscalización y se burlaba de una institución que nos representa a todos los peruanos. Y en lugar de ser enfrentada con argumentos e inteligencia; en lugar de hacerle ver que esa no era la manera de comportarse en el Congreso, un conjunto de congresistas, hombres todos, se quedaron boquiabiertos, incómodos, desconcertados e inseguros sin saber cómo enfrentar a una envalentonada mujer a la que no podían callar porque había que tratarla como dama aunque se comportara como plebeya.

El tema es complejo y se presta para largos debates que no agotaremos en esta columna. Leyes como la del feminicidio o las cuotas electorales dan cuenta de que la mujer aún requiere legislación diferenciada para corregir situaciones inequitativas como la escasa representación de las mujeres en el poder o la ola de violencia de la que es víctima.

Fuera de estos ámbitos específicos, sin embargo, las mujeres no debemos ser tratadas de manera especial: no se nos debe golpear, porque no se le debe pegar a nadie. Si les parece que no debemos decir lisuras, perfecto, pero tampoco se las permita a los caballeros y si una pelirroja se le cruza en el camino y le lanza una malcriadez, vamos, no se quede usted callado que si le contesta como debe ser (sin agresiones, por supuesto) la estará tratando como un ser humano que merece su respeto, no como una niñita frágil a la que hay que aguantarle sus pataletas. Ya sabe.

 

(Hola, soy ocraM del futuro. Aquí había un post que tenía cierta gracia en cierto contexto y con sus comentarios originales pero, ocho años después, aislado de su intención inicial y perdidos los comentarios de WordPress como lágrimas bajo la lluvia, no tenía la más mínima pizca de gracia y más bien quedaba bien cojudo. Por supuesto, los arqueólogos de la red se andaban llevando pésimas impresiones, así que me parece que este texto, de Patricia del Río, también del futuro, representa mejor la visión de este blog sobre muchas cosas. Pajaza. Ahora vuelvo al DeLorian)