noticias Sábado, 3 junio 2006

Viciar o no viciar

Me la sé de memoria: Hamlet, acto 1, escena 5.

En uno de los momentos más estremecedores de la ficción universal, el príncipe Hamlet es visitado por la Sombra de su padre.

El fantasma, no contento con darle a su hijo el susto de su vida, le revela que su muerte no fue natural, sino un asesinato maquinado por su propio hermano, Claudio.

Lo peor es que, ahora, el tío Claudio no sólo es el rey, sino que está casado con la madre de Hamlet.

No. Esperen. Lo peor es que la Sombra del Rey le exige a Hamlet que vengue su muerte: que mate a su tío, que asesine al esposo de su madre.

Durante el resto de la obra, Hamlet duda y duda. ¿Qué debe hacer? ¿Resignarse, volverse loco, matar, matarse?

Las dudas se prolongan demasiado, incluso a pesar de que, en cierto momento, el príncipe corrobora que su tío es culpable.

Para cuando Hamlet se decide ya es too late y, en uno de esos espectaculares finales shakespereanos, todos los personajes mueren.

La adaptación peruana de inicios de siglo XXI es evidente.

La Sombra de la Democracia hace rato que se nos ha aparecido, a través de escabrosas denuncias y aterradoras evidencias. Nos ha advertido que el tío Ollanta -aquél con quien se está acostando el Perú, nuestra obnubilada y lujuriosa madre- es (o será) su asesino.

Así, lo que queda de la Democracia nos exige algo tan atroz, tan inmoral como un homicidio: votar por Alan García.

Es una tragedia, sí. Y de las clásicas. Sea griega o shakespereana, en toda gran tragedia el protagonista enfrenta dilemas tan terribles -tan desgarradores- que cada una de las opciones que se le presentan exige un tremendo -horrible- sacrificio.

Todavía no sé qué haré cuando llegue a la cámara secreta. Tal vez me demore las cuatro horas que dura Hamlet. No lo sé.

¿Seré capaz de tragarme el sapo, asumir mi destino, empuñar la infame Espada García y deshacerme de una buena vez de la amenaza del rey Ollanta? ¿O, como Hamlet, prolongaré mis dudas, haciéndome el loco y viciando mi voto?

Sé qué es lo que debo hacer, pero no sé si pueda hacerlo. No me ayuda el que los oráculos -las encuestas- indiquen que el final del rey es inminente con o sin mi participación. En principio, me relevan de toda responsabilidad pero, por las noches, me asaltan las dudas: ¿y si fallan los augurios?

No lo sé.

(Tú, lector, tampoco).

Lo único que sabemos es que -al final de la obra- el tío, la madre, Hamlet y todos terminan muertos.

Archivo de otros Hamlets: Este Salomón Lerner quiere votar por Alan